BIENVENIDA AL BLOG

Va a ser este un blog dedicado por mí a otros contenidos. Comienzo con él mi fase más pública, una participación en el mundo de la política que hasta a mí me ha resultado sorpresiva, pero que en el fondo no deja de ser más que una respuesta a ese lado más social que desde siempre he demostrado a lo largo de mi trabajo. Recién llegada al mundo de la política municipal, he de confesar mi ilusión por seguir trabajando por la ciudad que me vio nacer de una manera mucho más intensa de lo que lo he hecho durante todos estos años a través de las actividades que he ido desarrollando a lo largo de mi vida profesional.
Es diferente ver la vida desde este lado, pero también enriquecedor, a pesar de todas las dificultades con las que sé me voy a encontrar en este nuevo recorrido.
Mi decisión, trabajar por y para mi ciudad, está teniendo muy buena acogida en el amplio entorno en el que me muevo, y espero que el fruto comience a verse enseguida, junto al conseguido por el esfuerzo del resto de mis compañer@s.
Son muchas las responsabilidades que me han correspondido, pero todas directamente relacionadas. Por eso, aunque ya llevaba más de un año con el blog de "igualdad" que voy a seguir manteniendo, he decidido abrir este otro que dé cobertura al resto de áreas que van a ser de mi competencia.
Espero que resulte de interés para la ciudanía de Astorga y sus pedanías, porque a todas ellas deseo extender mis desvelos.
Gracias por vuestra visita y también, si las hubiera, por vuestras sugerencias en torno a mi trabajo.

domingo, 2 de marzo de 2014

HOLA PEQUEÑA, BIENVENIDA POR NAVIDAD. De Nerea Arrojo Fernández. 2º Premio de Relatos de Navidad "Astorga 2013". Categoría D



Para muchos, la Navidad es la mejor época del año. Para mí también lo era. Las luces y lo sitios corrientes desprendían magia, una magia que pocos entendían, y ahora yo entiendo por qué. De niño las cosas son fáciles, pero a medida que el tiempo pasa todo se complica poco a poco. Ya no vienen los Reyes Magos ni Papa NoeI, y el año que empieza únicamente es un año más. Todo se vuelve real, y nadie se da cuenta que vivir en la ficción nos ahorra dolor.

Las paredes blancas me ahogaban como si fueran una soga alrededor de mi cuello, los tubos que rodeaban a mi hija me oprimían contra el suelo, y el suelo me sujetaba de pie. Hacía tiempo que no creía en la Navidad, y es que realmente tampoco tenía razones... Creer, ¿qué significa esa palabra cuando la esperanza está casi perdida? La lucha entre la razón y el corazón nunca había tenido mayor sentido que en aquel instante. Mirar por la ventana ya suponía un inmenso esfuerzo. Fuera, las calles estaban adornadas, y la gente paseaba en familia con gorritos y bufanda, dándosela de felices, buscando comida para la cena de navidad o regalos para los pequeños de la casa mientras un mendigo les rogaba unos céntimos con los que poder llevarse algo de comer a la boca, y lo que hacían era pasar de largo. ¡Qué hipócritas! Hipócritas por tener unas prioridades que de poco sirven cuando te encuentras sin nada.
El cielo nocturno estaba iluminado con miles de estrellas, estrellas que hace tiempo observaba con mi pequeña en el regazo, contagiado por la ilusión que la embargaba y que denotaban sus hermosos y grandes ojos. Sus pequeñas manitas sostenían un globo de helio dorado que habíamos comprado a la vuelta de la esquina de la calle Pianueva, y que ella había soltado.
-          ¿Por qué has hecho eso Vanesa? - le pregunté
-          Quería que mamá también tuviera su regalo de Navidad - me dijo sonriendo.

No pude hacer más que abrazarla. Abrazarla porque era todo lo que me quedaba. Abrazarla por mí, y por todas las veces que a Raquel, su madre, le hubiera gustado.

Y ahora aquí estaba de nuevo, pensando en recuerdos vividos mientras miraba una cama de hospital con mi hija sobre ella en estado vegetal, con respiración asistida... Pero yo sabía que podía escucharme, yo sabía que no estaba todo perdido, aunque, ciertamente, me costaba no darlo todo perdido. En estos casos nunca se sabe, o al menos eso dicen.

Y entonces ocurrió. Apretó mi mano derecha. Aquella que había soñado tantas veces que apretaba. Apretó sus párpados, y lentamente, costándole hacerse a la luz, los fue abriendo. Verdes. Sus grandes ojos verdes. 25 de diciembre, su mirada se clavó en mí.

De  repente, me sentí atado a la vida de nuevo. Me sentí pleno y feliz, y antes de avisar a los doctores la comí a besos. Navidad. Navidad de nuevo.
-          Papá... -  susurro - ¿Vio el globo mamá?
-          Claro pequeña, claro que lo vio. Le gustó tanto... - respondí sonriendo entre lágrimas de felicidad
-          Te quiero papá
-          Te quiero Vanesa
Y eso era ella; era el mejor regalo de navidad que nadie podía haberme dado nunca. Un regalo, que me había sido quitado; pero al fin y al cabo devuelto en Navidad.

Nerea Arrojo Fernández
4º de la ESO. Colegio Luisa de Marillac
Miranda de Avilés (Asturias)

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