BIENVENIDA AL BLOG

Va a ser este un blog dedicado por mí a otros contenidos. Comienzo con él mi fase más pública, una participación en el mundo de la política que hasta a mí me ha resultado sorpresiva, pero que en el fondo no deja de ser más que una respuesta a ese lado más social que desde siempre he demostrado a lo largo de mi trabajo. Recién llegada al mundo de la política municipal, he de confesar mi ilusión por seguir trabajando por la ciudad que me vio nacer de una manera mucho más intensa de lo que lo he hecho durante todos estos años a través de las actividades que he ido desarrollando a lo largo de mi vida profesional.
Es diferente ver la vida desde este lado, pero también enriquecedor, a pesar de todas las dificultades con las que sé me voy a encontrar en este nuevo recorrido.
Mi decisión, trabajar por y para mi ciudad, está teniendo muy buena acogida en el amplio entorno en el que me muevo, y espero que el fruto comience a verse enseguida, junto al conseguido por el esfuerzo del resto de mis compañer@s.
Son muchas las responsabilidades que me han correspondido, pero todas directamente relacionadas. Por eso, aunque ya llevaba más de un año con el blog de "igualdad" que voy a seguir manteniendo, he decidido abrir este otro que dé cobertura al resto de áreas que van a ser de mi competencia.
Espero que resulte de interés para la ciudanía de Astorga y sus pedanías, porque a todas ellas deseo extender mis desvelos.
Gracias por vuestra visita y también, si las hubiera, por vuestras sugerencias en torno a mi trabajo.

domingo, 2 de marzo de 2014

¿QUÉ ES LA NAVIDAD? De Lina Kana’an Ismail. 1º Premio de Relatos de Navidad "Astorga 2013". Categoría D


Observaba el cielo de Diciembre desde mi habitación, sentada en la silla del escritorio. Soñadora, recordaba tiempos remotos a aquella tarde, cuando alguien se encargaba de mí, cuando yo no tenía que encargarme de nadie. Recordé a mis padres. Recordé la risa melódica de mi madre, recordé la voz profunda de mi padre. Recordé a mi abuelo. Su pelo blanco, sus arrugas, su sonrisa alumbrando su cara en cada momento. Como extrañaba todo aquello...
-          ¡Laura! ¡Laura! ¡Vamos al parque! ¡Laura!
Amanda estaba corriendo en dirección a mi habitación. Podía oír sus pequeños pies golpear contra el suelo, su dulce voz llamándome impaciente.
-          ¡Laura! Ya estoy vestida, ¿ves? ¡A qué soy lista, a qué sí! ¡Y yo sola!
Le dediqué una sonrisa y asentí con la cabeza.
-          Ve a traer las botas para que te las ponga.
Amanda salió corriendo hasta su habitación para traerlas. Cuando nuestro abuelo todavía nos cuidaba siempre íbamos juntos al parque. Y, aunque nos dejase hacía ya un año, nunca abandonamos la tradición.
Mi pequeña hermana llegó corriendo con las botas de agua azules que tanto le gustaban. La subí a la cama y se las puse, mientras ella me contaba lo que haría hoy en el parque con sus amigas. Mi cabeza estaba lejos de sus explicaciones, pero fingí mucho interés para que no se enfadase. Cogí el peine del tocador y arreglé su pelo dorado como el Sol, mientras sus ojos, verdes como un pedazo de vidrio, se clavaban en mí.
Era idéntica a mi madre. Cada rasgo, su cabello, sus ojos, sus labios rojizos. Todo en ella era armonía. A mí, en cambio, siempre me habían dicho que era la viva imagen de papá. Mis ojos eran marrones, mi cabello rojizo. Mis rasgos eran más definidos, mientras que los de mi hermana eran suaves.
-          ¿Nos vamos ya? preguntó con inquietud.
-          Venga. respondí con desdén.

Caminé de la mano con Amanda. A mi cabeza vino el accidente de mis padres, y supe que sería lo único en lo que podría pensar durante la tarde. Fue cuatro días antes de Navidad, hace años. Papá iba conduciendo. No recuerdo demasiado de aquel día. Recuerdo ir en el coche, con Amanda, que de aquella tenía tan sólo un año. Recuerdo que había mucho tráfico porque todo el mundo quería comprar regalos. Recuerdo que nuestro automóvil chocó con otro. Luego nos salimos de la carretera. Y ya no recuerdo más. Lo siguiente que recuerdo fue estar en un hospital, con el abuelo a mi lado, cubierta de moratones. Papá y mamá murieron. Amanda y yo no.

-          ¿Qué es la Navidad?
Su pregunta me sobresaltó. Guardé silencio unos instantes.
-          Hum... Bueno... Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, hijo de María. En ella...
-          ¡No! me interrumpió. Eso es por qué se celebra. Yo te pregunto qué es.
Me encontré confusa y desconcertada. Amanda era una niña terriblemente inteligente para ser tan pequeña. Carraspeé. No sabía qué decir realmente.
-          Ni idea.
-          Pues yo sé qué es.
-          Oh... ¿en serio? ¿Y qué es?
-          No te lo puedo decir. Lo tienes que averiguar tú.

Llegamos al parque. Amanda fue a reunirse con sus amigas, y yo me senté en un banco sin quitarle ojo de encima. En eso consistía ser tutora legal, en cuidar, criar, actuar. En querer. Si nuestro abuelo se hubiera ido un poco antes yo no habría llegado a ser tutora. Tenía 18 años y cinco meses cuando mi abuelo falleció. Un poco antes, sólo un poco y nos habrían separado los asistentes sociales. Pero no, yo nunca habría dejado que nos separasen. Nunca.
Sin padres, sin abuelo. Amanda era lo único que me quedaba y nunca dejaría que me apartasen de ella. Sin ella la vida dejaba de tener sentido. Sin ella no tendría motivos para luchar, motivos para seguir, motivos para existir.
Al día siguiente era Navidad. Nochebuena era un día frío, distante. Mi abuelo nos habría despertado con un villancico a cada una. Y si nuestros padres estuviesen aquí, nos habrían despertado con cosquillas. Aunque Amanda no lo recordase. Aunque a mí a veces me llegó a resultar molesto. Ahora habría dado cualquier cosa porque estuvieran aquí.
Recordar la Navidad de tiempos pasados era extraño. Era como si cada festividad pasada fuera sacada de un libro diferente, como si no fuera mi vida de la que habláramos, sino la de un personaje ficticio.

Salí de mi cuarto para despertar a Amanda, pero la encontré en su habitación despierta, dando saltos encima de la cama. Estuve a punto de reñirla, pero lo pensé mejor y me senté en frente suya a observarla. Verla tan feliz y tan pura me hacía muy dichosa.
Llegó la noche entre comidas, cenas y preparativos. Amanda parecía muy contenta, y me transmitía su alegría. Vimos la televisión un rato, Amanda dejó galletas y leche para Papá Noel y luego se quedó dormida en mi regazo. La subí a su habitación, y tras acariciarle la mejilla durante unos minutos, bajé a poner los regalos. Coloqué cada paquete delante del árbol. Empecé a contarlos para asegurarme de que no se me había olvidado nada. Estaban todos. Las muñecas, los peluches, los vestidos.
Justo entonces me percaté de que había dos paquetes al otro extremo del árbol.
Extendí mis brazos y rocé la pegatina. “Para Laura”. En el otro paquete fui capaz de leer “Para el Abuelo”, con las típicas faltas de ortografía de una niña pequeña.
Amanda. Amanda nos había hecho regalos a pesar de que uno de los dos ni siquiera estuviera ya aquí. Quise abrirlos, pero tenía que aguardar. La tradición decía que debía de ser en Navidad.

Uno de los trabajos presentados.
Al día siguiente Amanda entró a mi habitación como una loca gritando que era Navidad. Bajamos corriendo para abrir los regalos. Amanda seguía eufórica. Yo contenía la emoción. Amanda me había hecho una postal navideña con algodón y ceras. Leí: “Para la mejor hermana-mamá del mundoContuve la respiración mientras intentaba que las lágrimas no cayesen.
-           ¿Abrimos juntas el del abuelo? preguntó ante mi sorpresa.
Asentí. Nos abalanzamos sobre la caja arrancando el papel ansiosamente.

Una foto. Una foto enmarcada de Amanda, el abuelo y yo. Mi hermana pequeña, que de repente me pareció cinco años mayor, me explicó que la profesora les había pedido una foto de algo que les gustara mucho, y habían hecho marcos con cartón, papeles de colores y, cómo no, macarrones. Era un marco rosa con macarrones y purpurina, pero era lo más bonito que yo había visto en mi vida. En una exhalación le pregunté a Amanda:
-           Amanda, ¿qué es la Navidad? He pensado mil veces sobre ello y sigo sin saber la respuesta.
-          Pues... para mí la Navidad eres tú. Es mamá y papá. Para mí la Navidad son mis amigas del parque y mis amigas del cole. Para mí la Navidad es mi profesora Mónica porque siempre es buena conmigo. Y... cogió la fotografía, y subiéndose a un sofá a la vez que se ponía de puntillas la colocó en un estante. Para mí la Navidad es el abuelo. ¡Para mí la Navidad son todas las personas a las que quiero!

No hay comentarios:

Publicar un comentario