Concha Espina fotografiada por Alfonso. |
Desde que, en esta nueva legislatura, se puso en marcha el programa "Astorga, ciudad educadora", desde las correspondientes concejalías se ha tratado de que cada una de las exposiciones que recalan en nuestras salas vayan un poco más allá de la mera muestra de imágenes. Cada selección de piezas es una parte importante de un periodo de la historia, nos habla de epocas vividas, de personajes, de quienes vivieron, pensaron, crearon,..., y fueron parte de la misma, ya fuese la cotidiana o la escrita con mayúsculas. Por eso consideramos que visitarlas, también de la mano de quienes están a cargo de cada proceso formativo, es una forma de acercarnos al conocimiento que enriquece a toda persona que se involucre en este proceso.
En esta línea, desde nuestros distintos departamentos se trabaja activamente para involucrar a los centros educativos, invitándoles a que participen de manera activa en dichas exposiciones, preparando para ellos actividades complementarias que puedan enriquecer los contenidos que en ellas se nos muestran, o guías de recursos a los que podemos recurrir desde los fondos de la biblioteca, para conocer más de los personajes y sus obras, de las épocas en las que sus vidas transcurrieron, de los acontecimiento que les rodearon...
Sofía Casanova también aparece retratada. |
La exposición "D(escribiendo) Miradas" no podía ser menos, toda vez que, además, recoge los retratos de personajes que fueron vitales en una época muy concreta - y aún cercana - de nuestra literatura y nuestro pensamiento filosófico. Una segunda etapa de apogeo del pensamiento español que viene a retomar la importancia de aquel Siglo de oro que se extendió entre los siglos XVI y XVII, y que se ha dado a conocer como la Edad de Plata, no porque su trascendencia sea menor que la de aquella, sino seguramente porque es más concentrada en el tiempo.
Así, además de la guía realizada en torno a los recursos infantiles y juveniles relacionados con los personajes de la época, de la inauguración realizada el pasado día 30 por Rogelio Blanco, aún Director General del Libro, y de las visitas que ya cubren un amplio horario durante los días que la exposición estará con nosotros, gracias una vez más a la propia Dirección Gral. del Libro que es quien nos ha facilitado la posibilidad de contar con ella, el próximo lunes día 12, a las 12'00 horas y en la Biblioteca Municipal, tendremos la oportunidad de contar con la presencia de Juan Miguel Sánchez Vigil, comisario de la exposición, que nos hará una semblanza de los Alfonso en relación con todas las actividades que realizaron y como desarrollaron el foroperiodismo en el primer tercio del siglo XX, adem´s de ofrecernos pinceladas historicas, hablarnos de literatos, de políticos y de la sociedad en general, siempe en relación con el fotoperiodismo.
Dicha sesión contará con alumnado del IES de Astorga y del Colegio "Paula Montal", que han confirmado su asistencia, respondiendo así a nuestra propuesta de actividad.
Como anticipo de lo que allí se nos va a contar, incluimos un texto del propio comisario de la exposición, muy ilustrativo a propósito del autor de las fotografías. M.G.R.
(D) escribiendo miradas. Fotografías de Alfonso
Por Juan Miguel Sánchez Vigil
Comisario de la exposición.
Decir Alfonso es decir Fotografía
En 1904 Alfonso Sánchez García fundó agencia y estudio en la calle Fuencarral de Madrid después de un periodo de aprendizaje con Manuel Compañy. Comenzó así su colaboración con la prensa, en especial con El Gráfico, pionero en la aplicación de la fotografía a los diarios. Sus reportajes sobre la Guerra de África en 1909 le introdujeron en los círculos periodísticos y entabló relación con prestigiosos escritores, entre ellos Jacinto Benavente. A partir de 1916, comenzó a trabajar en el laboratorio su hijo Alfonso Sánchez Portela (Madrid, 1902-1990), reconocido por los estudiosos, historiadores e investigadores de la fotografía como uno de los mejores fotoperiodistas del primer tercio del siglo xx.
Alfonso fotografió la intrahistoria y la historia: el barrio y el universo, el desfile y la guerra, la miseria y el honor, el pueblo y la aristocracia. No necesitó de apellidos, aunque para distinguirle del padre le llamaron Alfonsito casi hasta sus últimos días. La calle fue el campo de experimentación hasta el término de la Guerra Civil, y la consagración le llegó con los reportajes de la guerra del Rif entre 1921 y 1925, especialmente cuando consiguió retratar al temido Abd el-Krim, con riesgo de su vida, y a los prisioneros españoles capturados tras los desastres de Annual y Monte Arruit. Tenía entonces 18 años, y el periodista Luis de Oteyza le eligió junto a Díaz Casariego para que le acompañara, en una aventura que repetirían en otro escenario cinco años después cuando volaron de París a Dakar para informar sobre la línea aérea de transporte Latecoère.
Durante la República fue secretario de la Unión de Informadores Gráficos de Prensa y su actividad fue intensa. Cubrió la información en todos los campos: sociedad, cultura, moda, política, espectáculos, al tiempo que retrató en el estudio a los personajes del momento, entre ellos a los intelectuales del 98, el 27 y el 36: los hermanos Machado, Azorín, Baroja, Unamuno, Valle-Inclán, García Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Bergamín, Clara Campoamor, Victoria Kent, Madariaga, Marañón, Ortega y Gasset o Gómez de la Serna, con quien tuvo tanta amistad que le dedicó esta greguería: “El humo de tu magnesio es el incienso de nuestra posteridad".
De la Guerra Civil nos dejó las imágenes que abrieron y cerraron la contienda: el cadáver de Calvo Sotelo y el retrato del coronel Casado rindiendo la capital. Estuvo en el frente de batalla captando la retirada de las tropas italianas en Guadalajara o la toma de Teruel, donde resultó herido. Al término de la guerra se le prohibió ejercer el periodismo y en la obligada reclusión al retrato en el estudio, descubriendo las caricaturas fotográficas. En los años cincuenta y sesenta realizó las mejores fotografías nocturnas de los rincones del viejo Madrid, mientras que los escritores, actores o políticos no dejaban de acudir a su galería: Cela, Buero Vallejo, Menéndez Pidal, Pemán, Umbral…
Decir Alfonso es decir telón de fondo pintado de costumbrismo: verbenas, tabernas, teatros, museos, rincones de polvo y humo con vapores de licor, chatos de tinto, limonadas de gaseosa, cócteles de Chicote o aguardientes embrujados. Decir Alfonso es decir Pombo, Lhardy, Levante, Labra, Lyon, escenarios de leyenda donde el fotógrafo conoció a los intelectuales, pactó duelos en tapias de cementerio, vendió el alma al diablo, trapicheó con truhanes, negoció encuentros secretos y escuchó testamentos jamás firmados ante notario.
En 1984 recibió la Medalla de Oro de Madrid de manos de Enrique Tierno Galván y el 11 de abril de 1989 fue elegido miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, primer fotógrafo que ingresó en esa institución para ocupar la sección Artes de la Imagen. Falleció el 11 de marzo de 1990 dejando este legado: “La fotografía es la memoria gráfica de mis recuerdos y el medio expresivo de mi sensibilidad. Imágenes vivas que dejan en el tiempo su grandeza y que irán formando el estilo de nuestra creatividad”.
El fondo Alfonso fue adquirido por el Ministerio de Cultura y depositado en el Archivo General de la Administración del Estado. Con esta exposición, la Dirección General del Libro cumple su compromiso de difundir la obra de uno de los grandes de la fotografía española, creador de la mirada eterna de nuestros escritores.
VER CATÁLOGO EN ESTE ENLACE. |
Mi padre, Luís Bermejo Huerta, colaboró con el fotógrafo de Madrid, ALFONSO, como retocador de huecograbado, entre los años 40 y 60!!!
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