El pasado día 17 de agosto, a las 20'30 horas, tuvo lugar en el ayuntamiento de Astorga un homenaje a Gabriel Franco, ilustre astorgano que allá por la 2ª República llegó a Ministro de Hacienda bajo la presidencia de Manuel Hazaña y con quien nuestra ciudad tenía una deuda de reconocimiento.
El Salón de Plenos, lugar en el que ha quedado su placa para la historia de Astorga, estuvo abarrotada de gente de todas las ideas políticas, en un acto que resultó sin duda emocionante.
Tras una breve presentación del acto hecha por mi parte, como Concejala de Cultura, intervinieron por este orden:
- Martín Martínez, Cronista Oficial de Astorga
- Castorina y Benito Escarpizo, como autores del trabajo artístico de la placa
- Juan José Alonso Perandones, ex-alcalde de la ciudad, bajo cuyo anterior mandato se puso en marcha la iniciativa de este reconocimiento que ha culminado en este mes de agosto
- Victorina Alonso Fernández, alcaldesa de la ciudad quien clausuró el acto con unas palabras en torno al homenajeado y el descubrimiento de la placa conmemorativa, que se cerró con un caluroso aplauso por parte del público asistente.
Dejo aquí algunos de los textos de las intervenciones que se produjeron durante el acto.
PALABRAS DE BIENVENIDA a cargo de la Concejala de Cultura.
Buenas tardes y bienvenidos, bienvenidas, a este homenaje que el Ayuntamiento de Astorga quiere hacerse hoy a Gabriel Franco, quien hace ya 75 años llevó el nombre de nuestra ciudad al Ministerio de Hacienda, durante una etapa de la II República.
Queremos dar las gracias por su presencia hoy aquí, de manera muy especial, a sus descendientes, que también nos acompañan.
Este quiere ser un sencillo pero emotivo acto con el que reconocer a uno de nuestros antepasados el lugar en el que nos puso y lo que durante su periplo político hizo por nuestra tierra.
Dice el refrán que " de bien nacidos es ser agradecidos". Y hoy, todos quienes estamos aquí, queremos hacer honor al mismo.
Para conocer un poco más a Gabriel Franco, contamos hoy con la presencia de varias personas cuya intervención seguirá el siguiente orden:
- Martín Martínez, quien nos hará una semblanza del personaje
- Castorina y Escarpizo, que nos hablarán del trabajo artístico realizado
- Juan José Alonso Perandones, ex-alcalde de la ciudad, bajo cuyo anterior mandato se puso en marcha la iniciativa de este reconocimiento que ha culminado en este mes de agosto
- Victorina Alonso Fernández, alcaldesa de la ciudad que clausurará con el descubrimiento de la placa conmemorativa.
INTERVENCIÓN del Cronista de Astorga, Martín Martínez
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Un momento de la intervención de Martín Martínez, Cronista oficial. |
SEMBLANZA DE GABRIEL FRANCO LÓPEZ
17 de agosto de 2011- Descubrimiento de la lápida en el Salón de Sesiones
Martín Martínez
Cronista oficial de Astorga
Aunque algunos se empecinen en ello, vamos a dejar de lado esas cuestiones que se dicen “memoria histórica”. Porque hay memorias que sí vale la pena tenerlas presentes; hay actos que son de justicia por lo que hay que obviar los signos políticos. Aquí, en Astorga, hemos tenido ejemplos de cómo deben hacerse las cosas sin producir irritaciones. Recordemos el homenaje que se tributó en 1934 con busto incluido en el Jardín, a Manuel Gullón, promovido por una corporación mayoritariamente de izquierdas; recordemos cómo la primera corporación de esta etapa democrática , con mayoría de derechas y centristas, acordó por unanimidad dedicar una calle al alcalde Carro Verdejo, víctima de aquella guerra incivil. Ambos, Gullón y Carro habían sido astorganos ejemplares que buscaron el bien y el beneficio para su ciudad.
Hay memorias que sí vale la pena tenerlas presentes, como la de hoy. Recapitulemos. Allá por 1989 pocos astorganos teníamos memoria de un prohombre de la ciudad: algunos familiares, un puñado de conocidos y cierto número, escaso, de personas interesadas por las cosas y las gentes de nuestra Astorga. Porque la memoria, señores míos, tiene que servir para limar asperezas y buscar la reconciliación, nunca para exaltar los ánimos de unos u otros. Esos dos ejemplos que acabamos de citar pueden marcar la pauta.
Ese año en cuestión, 1989, el equipo de gobierno municipal que encabezaba Juan José Alonso Perandones, presentó una moción que fue aceptada, como las citadas, por unanimidad. Se trataba de proceder al cumplimiento de un acuerdo que el pleno municipal había aprobado el 27 de febrero de 1936, hacía nada menos que 53 años.
En ese mes de febrero de aquel fatídico año, Azaña formaba gobierno y designaba como ministro de Hacienda a un joven, catedrático de economía de la universidad, el astorgano GABRIEL FRANCO LÓPEZ.
El entusiasmo que desbordó a los habitantes de Astorga fue indescriptible; la ciudad estalló de alegría como había ocurrido treinta años antes al ser designado ministro Manuel García Prieto (o cuando lo designaban presidente del Consejo, hasta en cinco ocasiones); como había ocurrido en las postrimerías del siglo XIX cuando el designado ministro era Pío Gullón, a quien le tocó lidiar el toro de 1898 con la declaración de guerra a los estados Unidos y después con la cabeza gacha firmar una paz que, de un plumazo, hundía absolutamente aquel imperio colonial..
Aquel 27 de febrero de 1936 en Astorga hubo lanzamiento de cohetes y voladores, la Banda Municipal recorrió las calles interpretando alegres marchas y el pleno municipal en sesión extraordinaria acordó: declarar Hijo Predilecto al nuevo ministro Gabriel Franco; dar su nombre a la plazuela llamada de San Julián y colocar en el salón de sesiones un medallón con su busto.
Los acontecimientos de julio del 36 dieron al traste con aquel acuerdo. Y más aún; la Corporación que se configuró en aquel otoño, en la que buena parte de sus componentes lo hacían a regañadientes –esto ha de tenerse en cuenta y comprobar en las actas las dimisiones de unos y los ceses de otros- aquella Corporación digo, aprobó a propuesta del alcalde, cuyo nombre es mejor no mencionar, revocar los acuerdos tomados el 27 de febrero, retirando el nombramiento de Hijo Predilecto y cuanto se había acordado para honrar a Gabriel Franco. Lo que hizo aquel alcalde en 1936 se hace ahora con demasiada alegría, en ocasiones
Desde la Alcaldía me han encargado que en este acto ofrezca a ustedes una breve semblanza de quien hoy, 75 años después, tendrá todos los honores que se acordaron entonces. Detrás de ese paño rojo (yo esperaba que fuera la bandera, constitucional y española) está la efigie y faz de Gabriel López Franco, ideada en su conjunto por Benito Escarpizo, con medallón de su busto salido de las manos mágicas de Castorina. Está ahí mismo, al lado de Manuel García Prieto que ya se ha dicho, fue ministro varias veces y presidente del Gobierno cinco; está frontero del otro ministro astorgano, Pío Gullón; del diputado nacional más popular que ha tenido Astorga, Manuel Gullón; del insigne militar y benefactor de la Enseñanza, Lope María Blanco de Cela y del sabio astorgano por antonomasia don Marcelo Macías. Mejor compañía no ha podido dársele y mejor vecino no hubieran podido soñar estos prohombres. Gabriel Franco, tercer ministro astorgano está donde debe estar, al lado de sus antecesores en el cargo.
Los antecedentes
Para llegar a la semblanza de nuestro ministro, hay que remontarse, brevemente, a sus ancestros, pues sin conocer los antecedentes, quizás no logremos saber el presente. Gabriel llegó a este mundo con los genes creadores y literarios por los dos costados, el paterno y el materno.
Su padre, Domingo Franco Botas, nacido en Rabanal del Camino en 1855, estudió en el Seminario de Astorga y se decantó por la Medicina. Ejerció en la ciudad formando parte de aquel grupo de médicos emblemáticos, sabios y humanistas, como lo eran entre otros Eduardo Aragón o Enrique Alonso Goy que cuenta con su breve calle. En la Beneficencia Municipal y el Hospital de San Juan tenía su campo de acción Domingo. Su vena creadora y literaria quedó impresa en el libro titulado Memoria sobre la situación higiénica de Astorga, donde denunciaba las muchas carencias de la ciudad como la falta de desagües, los muchos pozos negros existentes, aguas estancadas especialmente en los arrabales y viviendas hacinadas y faltas de ventilación.
Sin embargo la vena de creador y de escritor que desarrolló Gabriel le llegó por vía materna; por su abuelo Ángel López Anitua y su tío Álvaro López García. El abuelo que había nacido en la localidad burgalesa de Cerezo del Río Tirón, estudió en Zamora al lado de un tío canónigo y aparece por Astorga en 1852 como Vicesecretario de cámara del Obispado y Procurador del Tribunal Eclesiástico, oficio que desempeñó hasta 1872 año de su fallecimiento. Por cierto, en este cargo de Procurador le sucedió aquel atrabiliario sabio que fue don Ángel San Román, carlistón empedernido y bohemio como nadie. López Anitua dejó un montón de escritos en el “Boletín de la Diócesis”, fundado justamente el año de su llegada a Astorga, única publicación en la ciudad hasta la década de los ochenta. Como fino poeta, entre sus obras podemos destacar Ensayos poéticos, Ocios de mi juventud, Recuerdos de Villalar o Ester un drama bíblico en cuatro actos
El tío, Álvaro López, de quien supimos –como del abuelo- al localizar la partida de bautismo de Gabriel, fue un sacerdote muy conocido en la vida madrileña a donde se trasladó en 1898 después de haber estudiado en nuestro seminario y ejercer como vicario en Ponferrada. Un año después, en 1899 fallece el médico Franco Botas, con sólo 44 años y la madre buscó el cobijo, para ella y su hijo de dos años, al lado del hermano que desempeñaba importantes cargos eclesiásticos en la Corte; fue capellán canónigo de la Iglesia de la Encarnación y Rector de la Pontificia y Real iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso.
Álvaro López colaboró intensamente en “El Pensamiento Astorgano” en cuyas páginas publicó numerosos cuentos y artículos. Entre sus libros destacaremos Cuentos y narraciones y La Cruz del perdón. En Madrid falleció Álvaro a los 74 años de edad en agosto de 1944.
Dos años tenía Gabriel cuando su madre se trasladó a Madrid buscando el amparo fraternal. A la sombra del tío creció nuestro futuro ministro que había nacido el 14 de octubre de 1897. Nació en la casa paterna que es el actual número 9 de la calle de Pío Gullón, entonces llamada Rua Nueva en contraposición a la vía que lleva hoy los nombres del propio Gabriel y del diputado Manuel Gullón llamada Rua Antigua. Fue bautizado en la parroquial de San Bartolomé, oficiando en la ceremonia su tío Álvaro que dejó constancia del hecho al asentarlo en le libro de bautismos, así informaba que era vicario en la iglesia de San Andrés de Ponferrada. Como era costumbre en aquellas épocas se le impusieron los nombres de Gabriel, Ángel, Santos, y Calixto.
Al lado de su tío creció y se hizo hombre Gabriel; allí estudió el bachillerato y en la Universidad Central se licenció y se doctoró en Derecho. Tanto durante su vida de estudiante universitario como en los años de postgraduado –lo cual nos indica la buena tutoría que ejercía el tío cura- realizó varios viajes de estudios a Alemania donde se especializó en materia de Hacienda a la vez que aprendió el idioma que llegó a dominar fluidamente.
Pensionado por la llamada Junta de Ampliación de Estudios, Gabriel acudió a cursos especializados en las universidades de Tubinga, de Berlín y en París a la propia Sorbona especializándose en Ciencias Económicas y Sociales. Aprovechó estos años, en los que también ejercía de profesor ayudante en la universidad madrileña, para realizar la traducción de un libro tan importante como era el titulado Tratado de Economía Política del alemán Federico Von Kleinwäschter, catedrático de la universidad de Czerbwiz y pope mundial de esta materia. Hasta 1936 y aún después la traducción realizada por el astorganos fue libro de texto en la universidad de Madrid, donde Gabriel ejerció su primer destino docente.
Treinta años contaba cuando logró, por oposición, la cátedra de Economía Política en la Universidad de Murcia, para pasar poco después a la de Salamanca a impartir la misma materia ( Este dato se recoge en su currículo del Congreso, si bien según algunos familiares consultados ejerció primero en Salamanca y después en Murcia). No hemos comprobado cual es la versión correcta, pero el detalle carece de importancia.
Al advenimiento de la República, Gabriel se interesa por la política en la que lleva a cabo una carrera meteórica, en este caso gracias a su valía que todos sabemos lo que ocurre en este campo en el que León lleva la palma. En las elecciones constituyentes de 1931 es elegido diputado por nuestra provincia con el partido de Unión Republicana, y en esa legislatura forma parte de las comisiones de Economía como no podía ser de otra manera y en la de Agricultura.
Fue designado Consejero del Banco de España y Gobernador del Banco Exterior de España. En 1936, junto con el que después sería presidente Azaña, con el diputado y prestigioso veterinario leonés Gordón Ordás –presidente de la República en el exilio mejicano- y otros destacados políticos fundan Izquierda Republicana. Contaba Gabriel 39 años y es en febrero de 1936 cuando Azaña lo nombra ministro de Hacienda, sabiendo que nadie como el astorgano sería capaz de desempeñar esa cartera en circunstancias tan delicadas.
Aligerando en esta corta disertación, diremos que Gabriel Franco representó a España en la Conferencia Económica Internacional de Ginebra de 1932 y en la de Londres de 1933. Que resultaron un fracaso.
Fue nuestro personaje uno de los oradores más apreciados durante su estancia en el parlamento, amén que como curiosidad y dada la juventud de Gabriel, cosa extraña en aquellas épocas, las féminas hablaban del “diputado guapo”.
Como no podía ser de otra forma, habiendo sido un destacado dirigente hubo de buscar cobijo y exiliarse, primero en París donde permaneció hasta el estallido de la II Guerra Mundial, a causa de lo cual se trasladó a Méjico, donde ya se encontraba su paisano Gordón Ordás. Allí, en la universidad impartió clases de Economía y a la vez desempañó la Gerencia de la Sociedad de Fomento Económico de Méjico.
Las condiciones climáticas, y sobre todo la altitud de Méjico no eran propicias para su salud que se deterioró bastante. Con los brazos abiertos lo recibieron en Puerto Rico, lugar de acogida de varios exiliados entre ellos Vela Zanetti o Juan Ramón Jiménez. En la universidad de Río Piedras impartió clases hasta su jubilación que se produjo en 1972.
Hay que decir que en esa universidad coincidió con otro astorgano, el crítico literario y posteriormente Premio de las Letras Príncipe de Asturias, Ricardo Gullón, once años más joven que Gabriel. En una charla de éste sobre su estancia en Puerto Rico y refiriéndose a Gabriel decía: Dije que era un hombre bueno, más diré, bondadoso. Físicamente atractivo, un hombre guapo que estimulaba a las jóvenes y hacía suspirar a las maduras. Palabras estas de Gullón que corroboran su fama de guapo en la época de diputado.
Esa bondad que destaca Gullón, la demostró Gabriel a lo largo de su vida y durante su época de diputado buscando mejoras para Astorga y su comarca como puede comprobarse si se repasan las actas del Ayuntamiento o las de la Cámara de Comercio e Industria donde hay constancia de los agradecimientos por sus desvelos.
Después de 31 años de exilio, en 1967, visitó su Astorga natal, paseó por la muralla, recorrió sus calles, se llenó de nostalgias y regresó a Puerto Rico para cerrar su periplo docente en 1969, retornando al Madrid de su niñez y juventud. Disfrutó poco de su jubilación pues falleció en 1972.
Como dato curioso e intrascendente, hemos de decir que durante su larga estancia en Río Piedras, tanto Gabriel como Gullón, debieron conocer a una catedrática de literatura, más Gullón por afinidad, descendiente del Val de San Lorenzo que hace el número seis del condado de la Reunión de Cuba, fundado en 1824 por un valuro llamado Santiago del la Cuesta Manzanal. Es la condesa Alicia González Diago Arrieta y de la Cuesta.
Bueno cerramos. Aquel año 1989 se le restituyó (a título póstumo y pasados 53 años) el nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad y tuvo su calle; no la plazuela de San Julián, sino parte de la que en su día se llamó Rua Antigua, más tarde Pastelería, después San Julián, se llamó General Mola y ahora esperemos que definitivamente Gabriel Franco. Pero quedó en el aire la colocación de un medallón en el salón de sesiones, que las cosas si no se realizan de inmediato, los ánimos se enfrían y pasa lo que pasó. A 75 años de un acuerdo municipal y a 22 del otro, ahora se va a descubrir una lápida que perpetúe su memoria en este salón. Con ese memorial y los que le acompañan de Pío Gullón, Manuel García Prieto, Manuel Gullón, Lope María Blanco Cela y Marcelo Macías este recinto que para todos los astorganos ha de ser sagrado queda ennoblecido.
Muchas gracias.
Martín Martínez
Cronista oficial de Astorga