Esta tarde tendrá lugar en la Biblioteca Municipal de Astorga la tradicional y última charla del año. Tras la misma se entregará la revista de la asociación astorgana que tanto ha hecho durante estos años, y sigue haciendo, por mejorar la calidad de vida de las personas con esta enfermedad, además de trabajar en la prevención desde la misma escuela.
Un año más se me ha invitado a colaborar con dicha revista, y lo he hecho con un resumen de mi ponencia en el Día de la Diabetes, referido precisamente a los hábitos de vida saludable.
Por si resulta de interés para otras personas que no tengan acceso a dicha revista, aquí dejo el artículo para lectura de quien quiera sumergirse en ella.
Y a la Asociación de Diabéticos de Astorga, desearle que siga trabajando aún más y mejor si cabe, por mantener unos derechos sanitarios tan necesarios y fundamentales y que tanto esfuerzo costó conseguir un día, antes de desilusionarse y dejar que se nos "roben" descaradamente. Ahora, más que nunca, es fundamental la presencia y el empuje de estas asociaciones que deberían contar con el apoyo de todos y todas sus componente. PORQUE LA UNIÓN HACE LA FUERZA.
DIABETES Y VIDA SALUDABLE. Hábitos de vida saludables.
Este lema es
que el que este año ha presidido la celebración del Día Mundial de la Diabetes
y, aunque ya otros años se ha insistido en lo importante que es para quienes padecen
diabetes mejorar su calidad de vida para mantener a raya esta enfermedad, hablando
de la importancia de la alimentación y de diversos aspectos médicos, en esta
ocasión yo he querido insistir una vez más en los HÁBITOS DE VIDA SALUDABLES, tratando de apuntar cómo adquirirlos
para vivir en las mejores condiciones posibles.
Recordando,
diremos que un hábito es el comportamiento
de una persona, repetido regularmente. Si es bueno nos permitirá mantener y
mejorar una calidad de vida que nos permita disfrutar incluso por encima de las
limitaciones que cualquier tipo de enfermedad pueda plantearnos. Si el hábito es negativo hará que nuestra
salud se resienta día a día, momento tras momento. Aproximadamente el ochenta por ciento
de lo que hacemos cada
día, y cómo lo hacemos, son hábitos, es decir, rutinas.
La cifra puede
parecernos exagerada pero sólo es porque no somos suficientemente conscientes
de ellos, ya que la inconsciencia
es uno de los principales atributos de los mismos. Hacemos las cosas de forma
“automática” y eso nos significa un gran
ahorro de energía. La automaticidad de
nuestros hábitos es su principal utilidad. Es por ello que nuestro cerebro estimula
la creación de los mismos, ya que uno de los principios que gobierna el
funcionamiento de nuestro cerebro es el ahorro energético. Hábitos que son
predecibles y esperables y que, para hacerlos “notorios”, implican que tengamos
que esforzarnos en ser conscientes de ellos. Observar cómo comemos, procesamos correos,
gestionamos reuniones, puede ser muy
importante si en un momento determinado de nuestra vida nos vemos en la
necesidad de cambiar de hábitos. Mientras tanto, gracias al automatismo o
inconsciencia del hábito (ya sea físico o mental) podemos hacer o pensar otras
cosas mientras ejecutamos la acción o comportamiento correspondiente a dicho
hábito.
Gracias a las
investigaciones neurológicas, hoy sabemos que
nuestro cerebro cambia cada día, hasta el momento mismo de nuestra
muerte. Ello es debido a su neuroplasticidad, a la capacidad de modificar las conexiones
neuronales existentes y crear otras nuevas. Esto quiere decir que nuestras vivencias,
lo que experimentamos hoy modifica la estructura de nuestro cerebro. Y esa
modificación provoca que mañana funcione de forma diferente, condicionado por
tales experiencias. Nuestro cerebro cambia todos los días. Y por ello tiene también la capacidad de producir conductas
“nuevas” que nos permitirán adaptarnos a nuevas situaciones para enfrentarnos,
por ejemplo, a los efectos de una enfermedad. Pero, también, tiene la “preferencia” de
mantener las que ya poseemos, según el principio de ahorro energético, lo que
nos obligará a forzar esas nuevas conductas, haciéndonos conscientes de
nuestros automatismos. Esta situación se conoce como “paradoja
plástica”.
Los expertos
utilizan la metáfora del esquiador que desciende una colina nevada para
explicar esta circunstancia. La primera vez que desciende crea un surco nuevo y
poco profundo. Cuando repite el descenso tiende a acercarse al surco original.
Después de varios descensos ya ha establecido un surco preferido, que se hace
más profundo a cada descenso, y que resulta eficaz (porque sabe que le
funciona) y eficiente (porque desciende más rápido).
Así funciona
nuestro cerebro. La primera vez crea una
conexión o “circuito” neuronal nuevo y cada vez que repetimos esa acción
la “reforzamos”, como si créasemos surcos o autopistas neuronales. Son cómodas,
seguras y rápidas. Después de algún tiempo de circular por autopista para ir de
un sitio a otro es bastante difícil tomar la decisión de abandonarla para hacer
el mismo viaje, y tomar un camino vecinal que desconocemos y por el que
circularemos más despacio y con mayor incomodidad e inseguridad.
A lo largo de
nuestra existencia, a veces es imprescindible cambiar de hábitos para mejorar
la calidad de la misma. Sobre todo si
esos hábitos, de los que dependemos casi en un ochenta por ciento, han dejado
de ser eficaces para una vida que ha ido
cambiando sin parar. Y por ello debemos determinar su eficacia, porque son
precisamente esos hábitos los que determinan
nuestras posibilidades de conseguir los resultados que perseguimos.
Si queremos incrementar esas posibilidades debemos “revisar” la efectividad de
nuestros hábitos, analizar el “contexto” en que fueron establecidos y, si éste
ha cambiado, decidir cuáles queremos que sean nuestro nuevos hábitos. Hábitos
que habremos de construir por repetición, un proceso simple y difícil a la vez.
Simple, que no
fácil, porque repetir, una y otra vez,
lo que hemos decidido no tiene complejidad alguna. Se puede afrontar sin
necesidad de haber ido a la universidad. Pero a la vez difícil, ya que no
resulta nada fácil abandonar la comodidad en la que nos hemos instalado y que,
de alguna forma, crea una especie de adicción. Como el ejemplo del esquiador
que poníamos antes.
Pero que esto
no sea causa de desánimo porque con cada repetición, la siguiente cuesta un
poco menos. Así, dependiendo del tipo de hábito, después de una docena de
repeticiones ya habremos establecido un nuevo hábito más efectivo, que nos
permitirá conseguir “nuevos” resultados.
¿Por qué insisto en todo esto? Porque
ha de quedarnos claro que, en muchas ocasiones, las enfermedades que sufrimos
nos obligan a cambiar de hábitos, ya que, éstas, han cambiado las
circunstancias de nuestro día a día. Si
lo conseguimos seremos capaces de mejorar nuestra calidad de vida,
conseguiremos alcanzar una “vida saludable” dentro del marco de nuestra
enfermedad y por tanto nos hará sentirnos mucho mejor.
Es posible
que sean muchos pequeños hábitos los que
tengamos que cambiar, pero hay algunos más generales, más grandes, que son
imprescindibles para mejorar nuestra vida.
Y se refieren tanto al cuerpo, como a la mente, e incluso a lo que atañe
a nuestra vida social.
VOY A
ENUMERAR ALGUNOS DE LOS QUE SE CONSIDERAN MÁS IMPORTANTES:
- Cuidar
nuestra salud bucal: dientes y lengua. Y es que una mala salud bucal interfiere
negativamente en otros aspectos de nuestro organismo, en nuestros hábitos
alimenticios, en nuestra digestión … Y estos a su vez en otros tan importantes
como puede ser la capacidad de descanso
o en el estado de ánimo.
- Desarrollo
de nuestra personalidad: con la aparición de ciertas enfermedades, nuestra
personalidad sufre duros reveses. SONREIR y mantener unas buenas relaciones sociales
puede ayudarnos ¿Cómo? A través de la participación en actividades
variadas (Astorga, en ese sentido, es una ciudad cómoda con multiplicidad de
posibilidades para todos los gustos)
- No a las
drogas. En nuestro caso sería NO AL EXCESO DE MEDICAMENTOS. A veces ciertos
médicos sucumben a recetarnos más de la cuenta ante la insistencia de nuestro
malestares. No debemos olvidar que todos ellos tienen efectos secundarios y que
cuanto menos recurramos a los mismos,
mejor. No podemos volvernos dependientes de medicamentos que en realidad no nos
hacen falta. La ocupación de nuestra mente y la actividad física son muchas
veces buenos sustitutos.
- Evitar
los excesos. Somos conscientes que el abuso del alcohol, el tabaco o los excitantes
puede ser perjudicial para nuestra salud. Pero también los hay de otros tipos, como
cualquier actividad que me obsesione o cualquier producto que consuma de forma
compulsiva.
- Ejercicio:
es preciso hacer ejercicio físico al menos durante 30 minutos al día, pero es
igual de importante ejercitar nuestra mente, mantenerla ágil, entrenarla a través de la
conversación, la lectura, la escritura o la realización de pasatiempos que me
obliguen a hacerla trabajar en muy distintas direcciones.
En resumen, llevar una vida saludable es imprescindible
para mejorar el estado de nuestra diabetes o, simplemente, el estado general de
nuestra salud.
Y ello solo depende de nosotros mismos. En
este campo, no valen escusas. Cuídate y te sentirás mejor, porque tu calidad de
vida se habrá enriquecido.
Mercedes
González Rojo
(Concejala
de Familia, Igualdad y Serv. Sociales)
En el
día Mundial de la Diabetes.
14 de
Noviembre de 2014